17 de agosto de 2013

La realidad pone cada cosa en su lugar.

Cuando somos niños soñamos con cosas pequeñas, sencillas... un helado de fresa, una muñeca que llora y hace "pis", o con esa bicicleta que tiene el vecino del cuarto. Cuando nos hacemos mayores, nuestros sueños cambian con nosotros, y se vuelven complejos al igual que nosotros. 
Y de repente, la muñeca de trapo se convierte en un vestido nuevo, con el que cruzar un océano a diez mil metros de altura para deslumbrar al amor de tu vida en un viaje sorpresa.
Pero los sueños se rompen en pedazos cuando se topan de frente con la realidad. Porque la realidad es a menudo distinta a como uno cree que es. Las personas no son lo que aparentan ser. Ni las relaciones. Ni mucho menos los sueños. Y esa realidad es la que se encarga de poner a cada uno en su sitio... Lo que uno cree que es negro, puede ser blanco. Y lo que uno cree que es blanco, probablemente puede ser de todos los colores del arcoiris. 
Uno sabe como empiezan las cosas, pero nunca sabe como van a terminar....

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